I. ¿A qué le estamos respondiendo?
Durante el trienio 2011- 2014 en la Diócesis de Engativá se hizo un énfasis especial en la estructuración del sistema operativo del Plan Pastoral Samaritano y en la concreción de la ruta pedagógica. Al finalizar el trienio de intervención pastoral, se realizó un ejercicio evaluativo, que dio como resultado unos reclamos y unas respuestas para el trienio 2015 – 2017.
En el siguiente cuadro podremos observar los reclamos y las relaciones establecidas con las respuestas permanentes de la Diócesis de Engativá, así como la correlación con el paradigma diocesano de la ciudad de la misericordia.

II. Horizonte Estratégico
La Diócesis de Engativá fiel a su misión de construir la ciudad de la misericordia, establece una visión y unos objetivos operacionales para el trienio 2015-2017. Estas perspectivas responden a los reclamos hechos por la comunidad diocesana en la asamblea llevada a cabo en el año 2014, que dio como resultado los ajustes de esta etapa operativa.
[tabby title=”Misión”]
La Diócesis de Engativá con la actitud del Buen Samaritano somos la porción del pueblo de Dios ubicada al noroccidente de Bogotá que construimos la Ciudad de la Misericordia, más humana y más fraterna a través de procesos pastorales que arraigados en la Palabra de Dios, fortalecen la vida en comunión al interior de la iglesia particular para servir a las personas y a la sociedad que se encuentran en el territorio diocesano.
[tabby title=”Visión”]
A 2017 la Diócesis de Engativá se encuentra en misión permanente implementando procesos de evangelización en las parroquias y otros escenarios urbanos, a través de las Pequeñas Comunidades Samaritanas y Misioneras y los niveles de pastoral, sirviéndose de la Escuela Diocesana del Discipulado Samaritano como herramienta que responda a la formación por medio de programas que generan y fortalecen la Espiritualidad Samaritana.
[tabby title=”Objetivo Estratégico”]
La Diócesis de Engativá con la actitud del Buen Samaritano, comprometida con el trabajo en unidad pastoral, construye e impulsa comunidades eclesiales arraigadas en la Palabra y en la práctica misericordiosa de Jesucristo, comunidades que son Buena Noticia, levadura transformadora del tejido de nuestra sociedad, que construyen la Ciudad de la Misericordia, camino del Reino definitivo.
[tabby title=”Objetivo Operacional”]
El Objetivo Operacional 2015-2017 consite en impulsar en las Parroquias y en los diferentes escenarios urbanos un estado de misión permanente consolidando las Pequeñas Comunidades Samaritanas y Misioneras, fortaleciendo los diferentes niveles pastorales a través de procesos de formación evangelizadora para vivir la Espiritualidad Samaritana en la Diócesis de Engativá.
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III. Referente Teológico Pastoral
Para que la acción pastoral tenga cimientos firmes y profundamente enraizados en Jesucristo Buen Samaritano, se ha realizado a lo largo de años la profundización alrededor de la compasión-misericordia en la Diócesis de Engativá. Así la acción pastoral se entiende como Discipulado Misionero de la misericordia. Esta reflexión se constituye en el fundamento bíblico-teológico del ejercicio evangelizador en la Diócesis.
1. El Principio Compasión – Misericordia: Fundamento del Discipulado Misionero de la Diócesis de Engativá.
Asumimos la Parábola del Buen Samaritano (Lc 10,25-37) como fundamento de la respuesta, especialmente en la secuencia pedagógica que levanta a la víctima del camino. La actitud del Buen Samaritano ha inspirado la reflexión teológica de nuestra diócesis colocándola en el núcleo de la parábola. La experiencia de humanidad desde la compasión-misericordia. Podemos enunciar cada paso de la siguiente manera:

Sobre esta intuición fundamental la Diócesis de Engativá formula su opción teológica-pastoral: La Gran Ciudad y la Misericordia en la Ciudad. La Pastoral Urbana y la Teología de la Misericordia se constituyen en su Horizonte Evangelizador y Misionero.
El punto de apoyo o fuente inspiradora del quehacer teológico y de su consecuente praxis pastoral en la diócesis, es la Compasión-Misericordia. Es un sentir entrañable, por lo mismo, un pensar desde las entrañas. “Un samaritano 5 también pasó por aquel camino y lo vió, pero éste se compadeció de él” . Veamos de
qué se trata.
a) La “Compassio”, Principio de Origen y de Identidad:
Nos referimos a lo central en el actuar de Jesús. La primera mirada de Jesús se dirige al sufrimiento de los otros. Esta elemental sensibilidad de Jesús hacia el sufrimiento de los demás es lo que caracteriza su estilo de vida. En esta sensibilidad se funden insistentemente en la predicación de Jesús, en profunda unidad, el amor a Dios y el amor al prójimo. Se traduce en la pasión por Dios y en la compasión por los otros. Aquí está el Principio de originalidad e identidad. Esta experiencia de Dios 6 vivida por nosotros, pasa a través de las y los hermanos . Esto es lo que define de
manera original nuestro seguimiento de Jesús.
Así, abiertamente, sin rodeos, la desgracia de los demás “lesiona”, transforma el interés propio, sea cual sea, en las circunstancias que sean. Así lo deja ver la parábola del Buen Samaritano, narración de vida, con la que Jesús ha dejado una huella imborrable en la memoria de la humanidad.
De este modo, entendemos que al asumir esta parábola como faro espiritual de nuestro proyecto pastoral, estamos en la línea de continuidad histórica, como una eclesialidad de memoria y narración comprometida en el seguimiento de Jesús, cuya mirada compasivo-misericordiosa se fijó en el sufrimiento ajeno. A este centro de fuerza interna y concreción, es a lo que llamamos PRINCIPIO COMPASIÓN-MISERICORDIA, en su expresión latina, LA COMPASSIO.
b) La Mística de la Compassio: Savia de la Pastoral
Estamos convencidos de que la credibilidad de este proyecto pastoral depende de nuestra fidelidad al Principio Compasión-Misericordia. Es la pasión por el proyecto del Dios de la Vida predicado y vivido por Jesús, su pasión por el Reino. Su consecuencia es la com-pasión por el dolor del otro, padecer con las y los que sufren, por el sólo hecho de que sufren y ese sufrimiento, lo sabemos bien, no es querido por DIOS. Lo nuestro entonces, es tener un corazón volcado sobre el que sufre y actuar para eliminar las causas de su sufrimiento. Es una re-acción ante el dolor ajeno.
Esta mística tendrá que ser rescatada como experiencia vital del encuentro con Jesucristo, como Aparecida lo sugiere, como inicio real del discipulado misionero. Sobre esta experiencia debemos trabajar. Esta es la base para la conversión pastoral que clama a gritos el sentir de una nueva Iglesia, renovada, misionera, impregnada de Evangelio. Tal es la garantía de la creación de un nuevo paradigma pastoral, que es una apuesta decidida por la humanización de la sociedad violenta que persiste entre nosotros.
2. El Principio Compasión – Misericordia y la Ciudad.
Jesús ve y siente la ciudad desde su compasión-misericordia. Sobre esta base asentamos nuestra Teología de la Ciudad. Esto supone el desarrollo de un ejercicio teológico-pastoral, que piense pastoralmente la ciudad para generar las bases de la futura Ciudad de la Misericordia.
En este sentido, la acción pastoral a la que se nos convoca, tiene su comienzo en el momento mismo en que ingresamos en la vida de la ciudad. Esto es, vivimos una conversión a la ciudad, buscando en ella los signos del Espíritu de Jesús. Ingresar en la ciudad, como lo hizo Jesús en Jerusalén . La suya, fue una entrada cargada de honda sensibilidad.
Jesús vierte sobre Jerusalén toda su fuerza interna compasivo-misericordiosa, en un gesto fehaciente de exigencia profética. Adquirir esta misma actitud de Jesús sobre nuestra ciudad, nos demanda una conversión significativa, que sólo será posible si hay de nuestra parte identidad con el estilo de Jesús. Estamos entonces ante la creación de un nuevo paradigma pastoral, un paradigma pastoral urbano posible, en la medida en que nuestra pastoral prolongue la profecía urbana de Jesús. Verter lágrimas por nuestra ciudad, como lo hizo Jesús por Jerusalén, nos lleva a una opción entrañable, fundamento para hacer la conversión eclesial a la ciudad.
Sobre esta propuesta de humanización de la ciudad, basada en la palabra profética de Jesús, pronunciada en el marco de la contradicción, se fundan las nuevas actitudes pastorales que han de guiar el afianzamiento de nuevas presencias de Iglesia en la urbe. Presencias acordes con los sujetos humanos que emergen de sus realidades particulares, las que entrarán a configurar, en diversas y cuestionadoras diversidades, el lugar teológico de la Ciudad de la Misericordia. Nuestras respuestas a estos gritos de humanidad en la urbe, surgirán consolidadas en el Principio Compasión-Misericordia.
a) En el lugar de las Víctimas
Jesús invita al maestro de la ley a pararse en el lugar de la víctima . Ese es también el lugar de nuestro discipulado. Hemos de reconocer que, en todos los ámbitos socioeconómicos, políticos, culturales y religiosos, debemos hacer conciencia de la presencia de las víctimas. Ante esta realidad, no tenemos en justicia, una respuesta que convenza.
Si el Principio Compasión-Misericordia es re-acción ante el sufrimiento injustamente impuesto, es actuar, movidos por un amor compasivo y eficaz para desactivar las causas que lo producen, el lugar de la Teología de la Misericordia son los que sufren. Esta opción de la Iglesia Diocesana tiene como escenario la ciudad, que también es lugar teológico. Hay que comenzar por escuchar el dolor, por caminar con él en medio de las calles, por emprender procesos de sanación y reivindicación. Esto implica nuevas miradas pastorales.
Estamos construyendo esta mirada que busca la coherencia entre fe y praxis cristiana. No es parcializarse por posturas ideologizadas, ni hacer reduccionismos teológicos. Es ajustarse al proyecto del Dios de la Vida, lo cual demanda la praxis propia del amor eficaz, el de Jesús asumiendo la cruz, no como un dolor buscado, sino como consecuencia de su lucha contra todo lo que causa sufrimiento gratuito en los seres humanos.
Ubicarse en el lugar del sufrimiento, es un acto de fidelidad libremente elegida para trabajar por una sociedad y una vida humana, fraterna y justa para todos. Es una opción tomada desde la certeza de que nuestro Dios es creador y amoroso, y no puede desear más que nuestro bien, porque su oficio predilecto es amar. Este Dios es, por tanto, contrario al mal y a todas sus causas y expresiones.
El amor compasivo hacia las víctimas nace de la identidad con la misericordia ejercida por Jesús. Por ello, en la parábola del Buen Samaritano, fundante de la teología y la pastoral diocesanas, con el relato que hace Jesús del lugar del herido del camino, cambia sustancialmente la pregunta inicial del legista: “¿Quién es mi prójimo?”, por una nueva formulación desde el lugar del que está herido en el camino. La nueva mirada se hace desde el pellejo del que sufre: ¿De quién soy yo prójimo? . Esto es pisar la tierra del que sufre, ponerse en su lugar.
La vitalidad de nuestra pastoral, se origina finalmente, en un amor compasivomisericordioso, un amor eficaz; por lo mismo, no puede ser excluyente. Existe para amar, para que todas y todos participen de su Bien. Por esto, no puede dejar de lado a los que están por fuera de ese Bien. Tiene que actuar para incluirlos. Su acción se da eficazmente contra las causas del dolor, solamente porque éstas existen. Su misión es cortarlas de raíz.
b) Con el Espíritu en la Ciudad
El itinerario anterior sólo será posible en la medida en que nos abramos generosamente a la gracia del Espíritu de Jesús Resucitado. Él nos ayudará a vivir con intensidad y alegría la decisión que hemos tomado de llevar la Palabra a la Ciudad. Se necesita la fuerza del Espíritu para que sea posible una Ciudadanía del Reino que abrace la ciudad como Jesús lo hizo, dejando que ésta se le metiera en el corazón, aun la misma ciudad que más tarde lo rechazaría.
La Ciudad de la Misericordia será obra del Espíritu. Él nos llevará a descubrir que, en sus tejidos humanos, en sus aconteceres caóticos y en su inmensa masa social sedienta de vida justa y fraternidad, se levantan mujeres y hombres renovados en su espíritu, capaces de amar a los que no les aman, saludar a quienes no les saludan, perdonar las ofensas y rogar por los que no los comprenden y se les oponen. Esta es la verdad del Evangelio, la que nos libera de la corrupción de la prepotencia, de la ambición y del orgullo, y nos conduce a un servicio desinteresado
a las y los hermanos, con prontitud y generosidad.
c) Orando el Camino Discipular y Misionero en la Ciudad
Jesús desarrolla un itinerario formativo para sus discípulos mientras van de camino, es por esto que entendemos, según este modelo discipular, que la misión es inherente al discipulado y, sobre todo, que el fundamento de esta simbiosis pastoral, es el discipulado. Sin discipulado no hay misión. Primero se es discípula y discípulo, a la par, se es misionera y misionero. Esta dinámica llevada por Jesús es contextualizada, incluye aprendizajes permanentes de inserción en la vida de la gente y en las cotidianidades de sus ambientes.
Partiendo de esta base, Jesús acompaña este camino discipular y misionero con una permanente relación con el Padre, en actitud de experiencia religiosa, apoyada en la hondura de la fe y de la confianza, como expresiones sólidas de abandono en la providencia. Es una fuerte experiencia orante, de conciencia participativa en el proyecto de su Padre. Es una oración desde la vida, surgida de lo caminado, de lo sufrido, de lo que demanda grandes decisiones, de los momentos más dramáticos de confrontación con la realidad, de lo que tiene que ver con lo más preciado de la libertad y la dignidad de las personas, de la admiración de la vida y de los demás seres de la naturaleza, de lo que sorprende y encanta, de lo que anima y genera lucidez espiritual.
Pero lo más llamativo de esta vida orante de Jesús, que comunica en infinita generosidad a las y los que caminan con él, es que todas las circunstancias que conforman su existencia histórica, están atravesadas por la actitud de comunicación y relación amorosa con Dios, al cual llama Padre. Esta relación filial no es egoísta, es muy generosa, es también comunicada a los suyos y a nosotros hoy. Es la evidencia sencilla de que la Misericordia viene del Padre, que estamos en sus 17 entrañas y por eso nos ha dado a su Hijo, estamos invitados a participar de su amor. Momentos como las tentaciones en el desierto; la enseñanza del Padre Nuestro; la alabanza al Padre por lo que ha dado a conocer a los pequeños, sus preferidos, en plena faena misionera; la oración de la entrega de la vida en el huerto de los Olivos y tantos otros espacios de la vida orante de Jesús y su comunidad misionera, nos inspiran hoy para orar nuestro discipulado misionero. Nuestra experiencia orante encuentra aquí su fuente cristalina. El orar al estilo de Jesús, este camino discipular y misionero de nuestra diócesis, nos dará la fuerza del Espíritu para no desfallecer y para que nuestros compromisos no languidezcan, no se conviertan en acciones vacías, sin luz, carentes de la mística de apasionamiento por el Reino.
d) Construyendo la Ciudad de la Misericordia
El reto que nos presenta el contexto es complejo y exige hacer uso de las ciencias humanas, sociales y de otros saberes, como la economía y la administración, que nos pueden ayudar a entender los cambios que se desarrollan en la ciudad. Nuestra pastoral, asume con responsabilidad un ejercicio de creatividad e investigación para mostrar al Dios de la vida en medio de la urbe. La conciencia de estar en la ciudad nos lleva a plantear los sentidos de la misericordia y las posibilidades de proclamar el evangelio acentuando la espiritualidad samaritana.
SENTIDOS PARA LA CONSTRUCCIÓN DE LA CIUDAD DE LA MISERICORDIA
Con la palabra Sentido queremos indicar que sabemos para dónde vamos, que nuestra mirada es larga y tiene una finalidad. La inteligencia de lo que somos, nos da pie para anhelar lo que
seremos. Así construimos nuestra Historia de Salvación hoy, partiendo de nuestra humanidad real, en la que descubrimos la Palabra que nos transforma, la que nos hace Discípulos y Discípulas
Misioneros de la Ciudad de la Misericordia.
[tabby title=”Sentido Bíblico”]
La ciudad como sueño de Dios. Hacer que la ciudad del hombre llegue a ser la ciudad de Dios.
[tabby title=”Sentido Antropológico”]
Los seres humanos como lugar teológico. Ver en todas las personas y especialmente en los que sufren la presencia de Cristo que reclama amor y reconocimiento.
[tabby title=”Sentido Cognoscitivo”]
El saber como un bien y una tarea. Valorar las tradiciones, actualizar y consolidar el conocimiento como herramienta para la paz.
[tabby title=”Sentido Social”]
Compromiso con la Paz y la inclusión. Contribuir con una sociedad mejor y posible.
[tabby title=”Sentido Eclesial”]
Unidad en la memoria, presencia y Esperanza. Sentirnos miembros de la Iglesia que camina en la ciudad, sirviendo a los valores del Reino de la Vida., Siendo significativos para la sociedad con nuestra coherencia y testimonio.
[tabby title=”Sentido Ecológico”]
Comunión con la Naturaleza. Humanizar el trato de la naturaleza en nuestros contextos urbanos.
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3. La Pedagogía de la Misericordia: Ruta para “Educar el Corazón”.
La Pedagogía de la Misericordia educa el corazón para que sea lugar del principio Compasión-Misericordia. Se dedica a la construcción de nuevos aprendizajes, dirigidos a la creación de otro tipo de relaciones, o una nueva relacionalidad, que haga posibles nuevas actitudes que humanicen la vida de otras y otros. Es todo un discipulado pedagógico que recupera, incentiva, reconoce, toca, identifica, ama, acompaña, libera. Es la pedagogía de Jesús. Las actitudes centrales de una Pedagogía de la Misericordia para el momento que estamos viviendo, serían aquellas que tengan que ver con la escucha del dolor, para nosotros en concreto:

Este ejercicio pedagógico de talante misericordioso y social, es un imperativo ético para nuestra pastoral. Se convierte en praxis educativa para la Ciudad de la Misericordia. Es la base para la transformación pastoral que esperamos lograr. Se constituye en el primer paso a dar, en esta nueva etapa discipular y misionera de nuestra Iglesia. Es una pedagogía sanadora y liberadora que, además, haría aportes invaluables al orden social, para la construcción del bien común y de la ética social en el país.